Friday, April 18, 2008

Rocks my mundo (o estas noches preveintiséis)

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Después de toda esa mierda innecesaria para la percepción vital, ahí estaba él. Con una falda plateada y su guitarra. Igual que un premio escolar. Ahí estaban todos. Uno a uno en pasarela; todos ésos que fueron en un soundtrack. Le llamé a Minerva pensando: Nosotras, como los Smashings, somos las mismas pero en una nueva versión. Le llamé para gritarle por celular: ¡Billy Corgan quiere decirte algo!: We Must Never Be Apart, le dijo él con la misma voz que sentencia: theworldisavampire. Es loco pero también llegó Paty y se fue porque dijo que los Smashing suenan entre Twisted Sister y Pet Shop Boys: qué hueva, Gabita, te espero en el barecito de enfrente, cuando salgas me buscas ahí. Llegó Isabella Santacroce para no decirme nada y contonearse a mi lado y mirarme en complicidad cuando gritaba con los dientes ensangrentados de lipstick: and i’m still believe that i cannot be saved. Llegó Óscar y se perdió entre y para catar a la multitud. Sabía que no ibas a estar tú porque igual que yo permanecías en otro concierto pero en San Diego y con Cat Power (siempre cuando abordo un avión -regularmente sola-, me pregunto cuándo vas a abordar el avión conmigo en vez de quedarte del otro lado del cristal levantando el pulgar y lanzándome una mirada de nos vemos muy pronto, babe; siempre fantaseo noventeramente en yo una Julia Roberts que detiene aviones para bajar y hacer un pancho joligudesco en pleno aeropuerto: esta vez me pregunté cuándo serás mi concertmate). Con esa que dices mirada de loca y tu descripción tan schopenhauariana: ella estaba; no para nosotros. Ella estaba en su mundo; estaba ahí sólo para dejarnos entrar en él. Para mostrárnoslo. Y nosotros entramos. Lo mío fue un aquelarre. Ahí estaban todos rodeando mi corazón con su nostalgia dactilar. El concierto fue un soundtrack epifánico. Era el bombo entre los pliegues del cerebro. Era yo inventariándome en medio de los riffs de la guitarra y la gangosa melodía de la voz de Billy Corgan: I promise will be perfect. Y puedo creerle pues la perfección, como todo, es subjetiva. Pensé en esa cita postergada por años. Esa deuda de sentarme y corregirla y explicarle que su vida es metavida porque eutanasia literaria no significa no atreverme a publicarte. La perennidad de los personajes existe mientras hayas saltado esa frontera entre el imaginario y el papel. Es decir: estás. Es decir: existes. Es decir: es enfermo reestructurar el final de una novela en un concierto. Es decir: lo hice. Es decir: voy a hacerlo.
Imaginé el tiempo ocurrido para el resto. De cómo una canción o el estribillo de una canción volcó los destinos de los cientos de personas que estábamos ahí. Esos cientos en su gran mayoría regiomontanos. Pensé sólo en el impacto de todas las vidas que cambiaron con una canción o con el estribillo de una. Pensé: qué habría pasado para todos éstos si los Smashing Pumpkins no existiesen. ¿Acaso sería lo mismo? Absolutamente no. Paty me dijo una vez (sí, Paty cumplió parte de mi formación adolescente/juvenil con todas sus frases y consejos) que cuando un hombre mata a un hombre cambia la historia del mundo (muy borgiana). Que todos cambiamos la historia del mundo constantemente. Pero luego se desdecía mencionando que si a Beethoven lo hubiese matado su padre en la infancia, otro Beethoven (en otro país) nacería porque el mundo con obras debe cambiar per se y nosotros sólo somos el vehículo que lleva la tarea y la cuida hasta su hora de nacimiento: lispectoriana que el huevo es el encargo de la gallina y las plumas lo cuidan de potenciales fisuras. Estaba en un viaje interno, sobria de cualquier estado de la tabla periódica de los elementos. El éxtasis era complementario. Era un todo que afecta los poros del cuerpo y toca la esencia con peculiar facilidad.
E igual que no adopté los comentarios/reseñas de las presentaciones del Tour Zeitgest en el resto de México. Así tampoco me importaron las reseñas-crónicas de los Smashings en Monterrey. Para mí no afectaba si no estaban James Iha y/o D’arcy y si Corgan es un mamón y si acudimos porque a muchos voyeurs nos encantan los ocasos de las bandas. No. Para mí valió la pena en demasía el ir y joycearme con excelente música. Corgan es un mamón: No. Todo el tiempo estuvo con nosotros, su público, a sabiendas de que no llenó el lugar en su capacidad física porque quienes estuvimos ahí teníamos algo en común: pagamos por una epifanía de inventario. Quienes estuvimos ahí salimos cerrando la última página de un libro genial cuya relectura nunca será la misma porque dependerá de reproducirlo en nuestro playlist. Si algún día el FBI los busca vengan aquí: yo tengo las huellas.
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Ps. Y, si detrás de los objetos existe el paseo errante, ese día mi corazón encaneció como encanecen los cabellos (MRCL).